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El trato de los pacientes con el odontólogo y viceversa

¿De qué forma debemos tratar a los odontólogos? Como doctores, ya que son los mayores expertos en la rama biosanitaria bucodental, ellos son los que tomarán las decisiones y las que tendrán por decirlo de una manera la última palabra sobre los procesos a usar.


Pero los odontólogos están regidos por el colegio de odontólogos de donde estén ejerciendo su labor, los dentistas tienen la libertad de hacer lo que quieran, pero deben de someterse a las consecuencias que les aplique el colegio, además de sufrir consecuencias morales y legales, si fuera necesario. El COEM, por ejemplo, es el Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Madrid, ellos se encargan de marcar que proceso es más o menos correcto y de juzgar si era necesario determinado procedimiento para determinada patología.


Los odontólogos, al igual que los médicos, tienen juramentos de profesión, son formulas de compromiso solemne con las que consagran su vida como profesional a unos determinados ideales. Un ejemplo es el Juramento Hipocrático, que viene del “Corpus Hipocrático” que los médicos no siguieron mucho porque la ética cristiana lo modificó e introdujo nuevas ideas de caridad y fraternidad.

El juramento hipocrático fue actualizado por la asociación medica mundial en la asamblea general convocada en Ginebra en 1968 quedando de esta manera:


“Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad; Otorgar a mis maestros el respeto y la gratitud que merecen; Ejercer mi profesión dignamente y a conciencia; Velar solícitamente, y ante todo, por la salud de mi paciente; Guardar y respetar el secreto profesional; Mantener incólume, por todos los medios a mi alcance, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; Considerar como hermanos a mis colegas; Hacer caso omiso de credos políticos y religiosos, nacionalidades, razas, rangos sociales y económicos, evitando que se interpongan entre mis servicios profesionales y mi paciente; Mantener sumo respeto por la vida humana, desde el momento mismo de la concepción; y no utilizar -ni incluso por amenaza- mis conocimientos médicos para contravenir las leyes de la humanidad. Solemne y espontáneamente, bajo mi palabra de honor, prometo cumplir lo antedicho”.


Por todo esto, un paciente debe confiar en su odontólogo, debe tomarlo como un experto en la materia y por ende el paciente tiene derecho a cuestionar las decisiones del odontólogo, pero no debería corregirlo sin los conocimientos adecuados.



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